El Castillo del Terror tiene cientos de relatos de terror
para nuestros seguidores. Pero en esta ocasión,
como un regalo a nuestros visitantes, les dejaré un corto relato de terror
de mi autoría:
La Carta del Diablo – Relato de Terror
Hilda, la vieja bruja, masticaba cucharadas de azúcar como si fuese arroz.
En tiempos de necesidad se acostumbró a engañar al hambre con esa práctica y como siempre
tenía necesidad, no le duraba el azúcar en casa. Mientras masticaba pensaba que pronto le lloverían
clientes. Algún día apreciarían sus dotes de adivinación, sobre todo en el tarot. Se consideraba
una experta leyendo el tarot. Leía de todo: caracoles, huesos, hasta unas pelotitas de colores que decía
tenían una maldición, pero lo que más le gustaba era leer el tarot.
Sintió a alguien entrar empujando un poco la puerta de la calle.
Nadie entraba de esa forma y menos en la casa de una bruja, pero ella
pensó en que al fin tenía un cliente, poco importaba si entraba por el techo.
Le invitó a sentarse y el sujeto, con un sombrero gris y una risa amable se sentó
de inmediato.
Le contó sus penas; sospechaba que su mujer lo engañaba, que su socio le
quería estafar y toda la combinación de circunstancias que se destapan cuando
una persona está ante una bruja. Le pidió echarle las cartas y ella accedió:
Luego del protocolo correspondiente, unas palabras y el corte de las cartas
por el cliente, sacó una carta. Acostumbraba usar este método porque, según aseguraba,
de ese modo las cartas indicaban la necesidad más importante o situación más apremiante
de la persona.
Pero esa vez, por primera vez en su consulta, la primera carta, esa carta sola del comienzo…
fue La Carta del Diablo:
Hilda la Bruja miró de inmediato al hombre y éste quedó pálido al ver esa carta
tan funesta salir de primera como marca de su destino.
La bruja recordó entonces algo aprendido sobre la conveniencia de echar la carta dos o tres
veces cuando aparece de primera una carta así, de ese modo se descarta o se comprueba una
maldición.
Así que barajó nuevamente, repitió todo el proceso y al echarla:
La Carta del Diablo.
Esta vez el hombre la quedó mirando fijamente, casi que molesto.
Ella se incomodó un poco, pero echó la carta una y otra vez, hasta 12 veces
y en ese momento se detuvo porque sintió algo que ya venía oyendo pero no
le daba crédito:
El sujeto reía en voz baja.
Cuando notó que la bruja lo miraba, estalló en una carcajada gigantesca
Jou -ju, Jou ju, Jou ju.
Le señaló con el dedo que tomara la carta que quedó en el lomo de la baraja
y ella la tomó como hipnotizada, virándola tal cual él le indicaba con sus gestos.
-Esta, esta sí es la carta del Diablo…
Le dijo él mientras Hilda miraba aterrorizada aquella carta:
Aparecía un hombre en una mesa, es decir, el sujeto que tenía al frente
sentado en su mesa, aparecía en la carta, con cuernos marrones y los ojos
rojos mirándola fijamente.
Entonces sintió algo extraño: La mano con que había colocado la carta
le pesaba tanto que no podía despegarla de la mesa. Se le quedó la mano pegada a la carta.
El sujeto seguía riendo y ella sintió un pinchazo en la mano, al mirar, el hombre de la carta, con cuernos,
le había mordido la mano y ahora de su mano emanaba un chorro de sangre que aquel ser, dentro de
La Carta del Diablo, chupaba gustosamente.
Contra toda ley física, toda la sangre que derramaba iba a la carta y la imagen
dentro seguía tomando más y más sangre.
Lo último que miró Hilda, en medio de su desespero, fue al hombre que tenía al frente,
con los labios manchados de sangre y riéndose a gusto.
Al siguiente día, encontraron su mano, huesuda y seca, solo su mano, sobre una carta:
La Carta del Diablo.
La Carta del Diablo – Relato de Terror
Ulutuya, un gusto haber leído una de vuestras historias. Bastante interesante. Espero que sea la primera de muchas.
Aún os debo un relato, mas en cualquier momento os lo hago llegar.
Terribles pesadillas, y brujas farsantes, temed. El diablo os asecha.
Seguro que vendrán más. A mi gusto cortos, para que encajen mejor con el Castillo, pero si son largos y con mucho terror, valen.
Saludos infernales.